Un segmento importante del teatro citadino ha estuvo el pasado fin de semana y continúa éste que se avecina, con dos interesantes planteamientos sobre estos tópicos tan determinantes para una gran parte de la sociedad

FRANCIS MESA
Un fin de semana intenso. Dos temas en teoría antagónicos, pero que en esencia conducen a un mismo destino: la apariencia física.
Un segmento importante del teatro citadino ha estuvo el pasado fin de semana y continúa éste que se avecina, con dos interesantes planteamientos sobre estos tópicos tan determinantes para una gran parte de la sociedad.
“El retrato de Dorian Gray” y “¿Feo yo?”, la primera en la sala Ravelo, del Teatro Nacional Eduardo Brito y, la segunda, en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes, con estéticas, discursos visuales y géneros teatrales distintos, conducen simbólica e implícitamente a una revisión ética y personal sobre los límites a los que debe llegar cualquier ser humano en cuanto a lo que busca ser de sí mismo.
“El retrato de Dorian Gray” es un drama obscuro desde el punto de vista de su contexto, desde su trama y, en este caso, desde su teatralidad. Es un ejercicio cuasi tenebroso y aleccionador, que nos conmina a alejarnos de manera responsable hacia la superficialidad, huir de lo que los cánones sociales nos han regido para validar lo que definen como belleza. A tomar control de lo que perseguimos, sin que nos importe una m… llevarnos por delante a quienes en verdad nos importan.
Giamilka Román, además de productora, encarna al banal, creído, embaucador y poco fiel Dorian Gray. Una interpretación ambigua y desconcertante, en la que la actriz batalla durante toda la función por lograr convencer al auditorio de que su personaje de facciones y maneras tan hermosas y delicadas es en verdad un hombre. A ratos lo logra. A ratos, no.
La obra tiene en José Roberto Díaz, con ese timbre de voz engolado y a veces acartonado, en el rol de Lord Henry Wotton, a la ironía hecha actuación.
Es su personaje, con esos parlamentos de una inteligencia avasalladora y sarcástica, quien sirve de soporte, de complemento, de pie al/la protagonista, salvándose mutuamente en escena y confirmando cuán importante es un buen ensamble, a la hora de conformar un elenco para lograr el éxito de una obra.
Y en ese contexto entra Vovany Pepín, el ingenuo y soñador Basil Hallward, el pintor que no termina de definir sus sentimientos hacia el enigmático, atractivo y perturbador Dorian y quien, con su misterioso retrato, despierta el monstruo que se cierne en la mente acomplejada, ambiciosa, maquinadora y edonista del hermoso joven.

“El retrato de Dorian Gray”, entonces, trata sobre el culto que se le rinde a la belleza. Es un espejo falso al que nadie debería aspirar ver su reflejo. Es también una crítica social creada por el dublinés Oscar Wilde en el siglo 19, quizás como alerta a lo que nos convertiríamos en lo adelante como sociedad. En víctimas de nuestras propias frustraciones. En los temores a envejecer y en el afanoso ritual que le otorgamos a la apariencia.
La obra es dirigida por Manuel Chapuseaux, con las intervenciones de Cindy Galán, en el dramático personaje del retrato y de Sybil Vane; además, Génesis Britoy Raymal García, como figurantes; María Emilia García, en la dirección coreográfica; Johanny García en la asistencia de dirección y el regreso a la escena de Lillyanna Díaz, en el diseño de iluminación.
«¿FEO YO?» EN SALA MÁXIMO AVILÉS BLONDA
Como si de un episodio de la serie futurista “Black mirror” se tratase, de entrada, nos encontramos con una escenografía, digamos que distinta. Minimalista, en apariencia, porque apenas hay una mesa y dos sillones de oficina.
Sin embargo, lo que se percibe como una simple pared atestada de archivos gigantes, es un pasadizo dinámico y distinto a lugares que forman parte esencial de la trama.
“¿Feo yo?” es otra estética, otro planteamiento. En este montaje se cierne lo opuesto. La luz, el brillo, lo esplendoroso, para dar paso a otro conflicto personal, a una trama en clave de comedia, cuyo trasfondo es aún más peligroso, porque en esta obra, lo que se presenta, puede suceder en la vida real.
Basados en el texto de Marius Von Mayenburg, tanto el director, Ramón Santana (Isen Ravelo en la asistencia de dirección), como sus productores, Pepe Sierra y Madeleyn Velásquez, junto a Fidel López, Ernesto López en las luces y Yelayny Placencia en el vestuario diseñaron una especie de mundo paralelo en el que la búsqueda de la belleza se ciñe como único propósito de vida.
No nos dejemos engañar. Nunca una simple risa será la respuesta a un tema tan profundo el valor del amor propio, la aceptación a quienes somos, ni la renuncia a nuestros principios con tal de encajar en una sociedad que nos impone parámetros preconcebidos, en los que parecería que estuviera prohibida la autenticidad.

“¿Feo yo?” es un espectáculo visual desde el punto de vista del montaje. Es una comedia mordaz y provocadora desde la narrativa teatral y una denuncia social desde el punto de vista moral, que muchos pudieran verse reflejados en su entorno laboral, familiar o de interrelación cotidiana.
Pepe Sierra eso que llamamos estética y prejuiciosamente feo. Un ser gris, con gran talento creativo y formación académica, cuya carrera no termina de despegar por el pequeño detalle de su apariencia física. Su actuación, salvo algunos trastabilleos en sus diálogos, es cómicamente dolorosa al principio y cínicamente divertida al final. Una transición de lujo, como casi todo a lo que tiene acostumbrado al público.
Orestes Amador, José Guillermo Cortines y Nashla Bogaert hacen las veces de villanos. Ellos logran ser la punta del iceberg para que el protagonista haga un cambio radical en su vida; Irving Alberti es la ventana a esa transformación. El Frankenstein del siglo 21, que crea al monstruo en el que se convierte quien en principio se nos presenta como el típico “loser”, para devenir en un ser totalmente arrogante.
La obra es comedia, claro que sí. Los diálogos invitan a la risa, no se puede negar. Sin embargo, su trasfondo es más profundo. Su discurso es un llamado a ser nosotros mismos, a no dejarnos arrastrar cuales ovejas hacia un rebaño de iguales en el que ninguno aporta originalidad, ni espontaneidad.
En fin, que tanto “El retrato de Dorian Gray”, como “¿Feo yo?”, si bien no nos harán mejores personas, al menos nos pueden hacer replantearnos quiénes queremos ser como entes sociales.
Ambos montajes continúan el fin de semana del 25 al 27 de julio en las salas Ravelo del Teatro Nacional y Máximo Avilés Blonda de Bellas Artes y que son esfuerzos, con luces y sombras, de teatro local, para ser disfrutado o pensado, según el propósito que se busque.